Hoy quiero hablarte de algo que muchos no cuentan.
Una suscriptora me escribió:
“Vivo en el campo y no disfruto.
Cuando estoy en la ciudad, quiero volver al campo…
y cuando estoy en el campo, pienso en la ciudad.”
Y pensé: esto le pasa a más gente de la que se atreve a decirlo.
Así que si estás viviendo tu primer año en el campo y no te sientes como esperabas, quédate.
Te voy a contar por qué ocurre esto.
Si te quedas un rato conmigo, te cuento.
¿Quieres ir más allá?
Cada semana envío a mi lista de correo emails exclusivos con reflexiones, experiencias, ejercicios prácticos e ideas que sólo comparto por email.
Si quieres avanzar de verdad,
apúntate aquí :
Vamos a verlo 👇
También puedes escucharme en:
👉 SPOTIFY
👉 AMAZON
👉 O ELIGE TU PLATAFORMA FAVORITA
O en Youtube:
O sigue leyendo aquí:
¿Por qué no estoy disfrutando del campo si era lo que quería?
Hace unos días una suscriptora me escribió algo que he escuchado muchas más veces de lo que parece:
“Vivo en el campo y no disfruto.
Cuando estoy en la ciudad quiero volver al campo,
y cuando estoy en el campo pienso en la ciudad.”
Si te pasa algo parecido, no estás solo.
No significa que te hayas equivocado ni que “el campo no era para ti”.
Muchas veces significa simplemente esto: estás en pleno periodo de adaptación.
Quiero contarte a continuación por qué pasa esto, cuánto puede durar y cómo mirarlo sin machacarte.
Todo cambio grande necesita adaptación
Cualquier cambio real —mudarte al campo, cambiar de país, de trabajo o de ritmo— tiene un tiempo de ajuste.
No es inmediato.
No es lineal.
Y, sobre todo, no es cómodo.
Ese periodo puede durar unos meses… o hasta años.
En ese tiempo se te mueven muchas cosas a la vez:
- tus rutinas (ya no haces la compra igual);
- tus relaciones (ya no ves a la gente con la misma frecuencia);
- tus expectativas (lo que imaginabas no coincide con lo que vives).
A mí también me pasó cuando salí de la ciudad.
No pensé en volver, pero no fue llegar y ya está.
Tuve mis resistencias.
Y cuando me vine a Francia, lo mismo: nuevo territorio, nuevas normas, nueva gente.
Y sobre todo un clima lluvioso y una falta de sol que todavía me cuesta.
De nuevo: adaptación.
El primer año es la prueba de fuego
Lo digo mucho: el primer año en el campo es el más delicado.
¿Por qué?
Porque es el año en el que te das cuenta de que tu idea del campo y tu vida en el campo no son exactamente lo mismo.
- Algunos se vuelven.
- Otros cambian de pueblo o de zona.
- Otros descubren que necesitan más tiempo para encontrar ingresos.
- Otros se topan con que la convivencia en pareja o en familia se complica (cada uno tenía una expectativa distinta).
- Y otros simplemente se sienten raros: “Esto era lo que quería… ¿por qué no lo estoy disfrutando?”
Y aquí viene lo importante: no pasa nada.
El primer año sirve para probar y observar, no para juzgarte.
Es normal que eches de menos la ciudad.
Es normal que después de varias semanas aislado quieras volver a ver gente.
Es normal pensar: “¿Y si me he equivocado?”.
Todo eso forma parte del proceso.
No existe el lugar perfecto
Este es el mensaje clave.
Desde el momento en que cambias, siempre vas a dejar cosas atrás.
Siempre habrá algo que eches de menos: personas, ritmo, servicios, clima, idioma, cultura.
Eso no significa que hayas fracasado.
Significa que estás en transición.
Además, hay que decirlo claro:
el campo no es para todo el mundo.
Y no pasa nada si descubres que lo tuyo no era esto.
Lo importante es que lo has probado y ahora tienes información real sobre ti.
La pregunta que sí tienes que hacerte es otra:
- ¿Qué quería conseguir con este cambio?
- ¿Qué sí me está aportando?
- ¿Qué es lo que me está pesando?
- ¿Qué debo ajustar (lugar, ritmo, trabajo, relaciones)?
Porque al final el lugar correcto no es un punto en el mapa, es un estado interior.
Si por dentro sigues en tensión, da igual ciudad o campo: no lo vas a disfrutar.
¿Y si me he quedado atascado?
Puede pasar: arrancas con ilusión… y de repente te quedas a medias.
Ni vuelves, ni acabas de asentarte.
Te quedas en tierra de nadie.
Para esos casos he creado una herramienta gratuita que estoy usando estos días con bastante gente: la mini auditoría “Menudo Atasco”.
Es muy simple:
- Me cuentas en qué punto estás.
- Qué te está costando más.
Y yo te devuelvo una mirada externa para ayudarte a ver qué está pasando y qué podrías hacer.
No hay automatismos.
Te respondo yo.
De persona a persona.
Pincha en el botón y te cuento.
Y aquí te dejo un post que viene al caso con todo esto y que te puede interesar: