Se da por hecho, se asocia vivir en el campo con una vida tranquila.
Pero ¿Es cierto eso de que se vive muy tranquilo en el campo?
Y sobre todo, ¿ las personas que cambian la ciudad por el campo, consiguen realmente tener una vida más tranquila?
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Una consulta real
Hoy quiero empezar con una consulta real que me llegó hace poco.
Era muy breve, decía así:
“Quisiera saber si has ganado en tranquilidad en tu vida al poder irte de la ciudad al campo. Es algo que quiero hacer, y me gustaría saber si lo has podido lograr…”
Y me encantó, porque es una pregunta que muchos tienen en la cabeza, aunque no siempre se atreven a formularla.
La tranquilidad es uno de los grandes motivos para pensar en el cambio de vida.
Es como algo obvio, lo de vivir tranquilo en el campo.
Pero… ¿es verdad que mudarse al campo te garantiza esa vida tranquila?
Mi experiencia
Voy a hablarte desde lo personal.
Sí, gané en tranquilidad al mudarme al campo.
Pero no solo por cambiar de lugar.
Pasé de vivir rodeada de ruido, prisas y atascos, a escuchar los pájaros por la mañana, a ver las estrellas de noche. A paseos por el campo, por el bosque, a descubrir la increíble abundancia de la naturaleza.
Y en el campo el tiempo corre diferente. No lo siento como un cronómetro que me persigue. Te adaptas (si tus circunstancias te lo permiten), al ritmo de las estación, a la luz del día y la oscuridad de la noche. la lluvia, el sol, la niebla o la nieve.
Pasear por el bosque, salir al jardín, cruzarme con un vecino en lugar de con cien desconocidos…y si se tercia, pararme a charlar un rato, todo eso te da otra calidad de vida.
Pero esto no llega de la noche a la mañana.
Eso lo hace la adaptación. La aclimatación.
Al principio cuesta.
Llegas con tu ritmo de ciudad.
Con tu anonimato.
Y te encuentras de lleno con otro ritmo, diferente, lento, como si el tiempo no importase…
Con gente que te pregunta. Quién eres. Qué haces aquí. Y muchas más cosas. Y no entiendes qué les importa tu vida.
Y a veces, el silencio, el absoluto silencio con pájaros, viento, algunas campanadas de fondo, te vuelve loco. Porque tus pensamientos se oyen más fuerte.
Es necesario un periodo de adaptación (cada cuál tiene el suyo) para aceptar lo nuevo.
Es un cambio. Tu cerebro debe asimilarlo.
Cualquier cambio cuesta.
Y a veces, en ese periodo de adaptación, llegan nuevas inquietudes y dudas:
A veces sientes aislamiento.
No conoces a nadie.
Tienes que hacer nuevas relaciones y a veces da pereza o parece que no vas a conectar con nadie.
Si has cambiado de trabajo, profesión o te has embarcado en un negocio nuevo.
A veces la economía no es siempre estable.
Tienes gastos que igual no contabas.
Tienes que planificar bien la lista de la compra porque aquí no tienes un Mercadona en la puerta de casa.
Y unas cuantas resistencias, obstáculos e imprevistos que surgen y que no aparecían en tu idea idílica de vivir en el campo.
Por eso digo que sí, encontré más tranquilidad… pero no fue tan simple como “me voy al campo y todo se arregla”.
La paradoja de la tranquilidad
Aquí está la paradoja.
En el campo encuentras más calma exterior: menos ruido, menos tráfico, menos estímulos artificiales. Paisaje, contacto con la naturaleza, espacio vital.
Pero la tranquilidad interior… no te la regala ningún lugar.
Si te llevas las prisas, el miedo y la ansiedad de la ciudad en tu mochila mental, el campo no va a curarlo por sí solo.
Lo que sí hace el campo es darte un escenario perfecto para ver con claridad en qué punto estás y cómo afrontar nuevos retos.
Porque sin tanto ruido externo, como he dicho antes, lo que llevas dentro se escucha más fuerte.
Te puedo decir, que yo también tengo ruido interno, preocupaciones, malestares, muchas veces runrún por tonterías varias.
Pero todo eso, un paseo por el bosque me lo quita.
Y ahora que es plena temporada de setas donde vivo, que empieza el otoño con su espectáculo de colores, te aseguro que no lo cambio por nada y la paz y la tranquilidad que te da esos momentos de inmersión en la naturaleza valen oro.
Mi mensaje
El campo puede ser un catalizador.
Un marco que te facilita encontrar calma, porque te quita muchas distracciones y te conecta con lo esencial.
Pero la verdadera tranquilidad llega cuando eliges conscientemente tu estilo de vida.
El lugar ayuda. Mucho.
Pero el cambio profundo depende de ti.
El campo no es tranquilidad garantizada.
Es un escenario ideal para que seas tú quien la construya.
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