[TUTORIAL] Porqué y cómo deje la ciudad y me fui a vivir al campo -Episodio 3-

Ha llegado el momento de que te cuente mi experiencia.

Después de varios episodios dando consejos sobre cómo dar el paso de la ciudad al campo, creo que es un buen momento para que te cuente porqué y cómo dejé la ciudad y me fui a vivir al campo.

Te interesa?

Pues si te quedas un rato conmigo te cuento.

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He comentado varias veces que mi paso de la ciudad al campo fue muy a lo loco, a la aventura.

Pues te cuento.

Yo nací y crecí en la ciudad, en la periferia de la ciudad de Barcelona, he conocido y he disfrutado mucho la vida en la ciudad, todo eso que te puede ofrecer una gran ciudad en tu niñez, cuando eres adolescente y en los primeros años de tu juventud, toda esa experiencia, esa diversidad y amplitud de miras. 

Pero llegó un momento, que la vida en la ciudad empezó a asfixiarme.

Tenía un buen trabajo, bien pagado y acorde a los estudios que había realizado, pero ir a ese trabajo cada día, al centro de Barcelona, en una oficina en el piso 21 de un gran edificio con vistas al mar, para mi era un suplicio. El trabajo no era el problema, los compañeros no eran el problema. 

El problema era ese estrés frenético, esa locura de aglomeración de gente, esa rutina tediosa, esos desplazamientos de locos.

El problema era que no le encontraba sentido a todo aquello, que estaba convencida que se podía vivir de otra manera. 

Que en mi vida no encajaba lo estipulado,  lo que era “lo normal”, un trabajo de lunes a viernes, 12 o 14 pagas, 20 días de vacaciones, una hipoteca, niños, segunda residencia, …

Todo eso lo respeto, conozco mucha gente que vive así, y les va bien, pero no era para mí.

Y el problema era que en la ciudad no veía salida, me estaba asfixiando y mis ataques de ansiedad eran diarios.

Mi pareja tampoco estaba a gusto en la ciudad, ni en el trabajo que hacía, así que decidimos que teníamos que hacer algo, cambiar de vida. 

Que no tenía sentido seguir viviendo con el malestar que nos producía esa vida que no queríamos llevar.

Y que sólo teníamos una vida, y que queríamos intentar llevarla a nuestra manera.

Los inconformistas somos un poco así.

Así pues con esas razones simples, pero poderosas, empezamos a buscar algún lugar donde irnos a vivir fuera de la ciudad. 

Un lugar donde empezar de cero, tranquilos y lejos del estrés y la aglomeración.

Por entonces (era el año 2001), internet no se utilizaba como hoy en día para buscar cualquier cosa, así que recurrimos a lo tradicional, que hoy en día sigue funcionando igualmente y que si tienes tiempo, es la mejor y más directa fuente de información. 

Lo tradicional fue ir a visitar lugares. 

Pasamos varios fines de semana durante cuatro meses moviéndonos por varios pueblos de diferentes zonas de Cataluña. 

Preguntando en los lugares donde suelen saber todo lo que ocurre en los pueblos, bares, tiendas y ayuntamientos. 

Buscábamos lugares tranquilos, una casa de alquiler con buenas condiciones, y poco más. Teníamos algo ahorrado y unos meses de paro, así que a la que encontramos una casa que nos convenció, con unas condiciones favorables, allí que nos fuimos, a un pequeño pueblo de 100 habitantes a 150km de Barcelona.

No planificamos más allá de eso. 

No miramos nada relativo a lo que muchas otras personas preocupa. 

No miramos la oferta de servicios, la oferta laboral, nada. 

Por eso digo que fue muy a la aventura, lo único que nos importaba era salir de esa vida estresante y «buscarnos la vida», ver qué podíamos hacer con nuestros medios y nuestra capacidad. 

Y esa manera de hacerlo, nos ha reportado un aprendizaje increíble, porque evidentemente surgen problemas, y tienes que afrontarlos. 

Y surgen dudas, qué hago aquí, para qué me habré metido en esto. 

Y todas esas situaciones problemáticas , todos esos pensamientos debilitadores te acosan a ratos. 

Y tienes que tener muy claro, porqué haces lo que haces. Sentarte y decir, yo estoy aquí, yo estoy haciendo esto por una razón, aunque sea sólo una. 

Yo no quiero volver a mi vida de antes, aquello me enfermaba, ahora estoy sana, estoy en el buen camino. 

Y nos tocó pasar el primer invierno, que fue el más duro, porque la casa no estaba preparada para el frío y nosotros mucho menos.

Y tuvimos que aprender a base de prueba y error. 

Y año tras año fuimos aprendiendo un sinfín de cosas, que sé que en la ciudad no hubiese sido posible aprender. 

Aprendimos de afrontar problemas, tanto de situaciones cotidianas, por ejemplo de bricolaje casero, de gestionar adecuadamente tu economía cuando no tienes ingresos fijos, para hacer que el dinero te llegue para todo, reaprovechar y reciclar cosas, reinventarte profesionalmente y aprovechar cualquier oportunidad para crear un proyecto laboral o profesional. En definitiva, buscarte la vida. 

Aprendimos a gestionar problemas emocionales, adaptarnos al medio y a las relaciones sociales, radicalmente diferentes a la ciudad. A gestionar errores, frustraciones, bloqueos y pataletas. 

Y aprendimos que si quieres, nunca dejas de aprender, que si te lo propones y así lo quieres, puedes vivir de una manera diferente a lo estipulado, a lo que parece que es lo «normal», y que si no te dejas llevar por los problemas, por las debilidades propias y ajenas, por la presión social, puedes hacer lo que te propongas. 

Por eso para mí, vivir en el campo ha sido y es, vivir con libertad, a mi manera, a mi ritmo, haciendo realmente lo que quiero y como quiero. 

Para mi es el lugar donde encontrar tu propia esencia, el espacio donde conocer tus verdaderas habilidades y desarrollarlas. 

Pienso que el ritmo de la ciudad, te atrapa, te ata, te crea una rutina, unas necesidades, sobre todo económicas, tan fuertes, que prácticamente vives para trabajar. 

En cambio el ritmo, el nivel de vida en el campo, te crea menos necesidades económicas y materiales, y más libertad, puedes trabajar para vivir. 

Y eso es una gran diferencia. 

Esta es mi experiencia, no digo que sea la verdad, ni que sea lo correcto. 

Es tan sólo mi realidad y así la comparto para darte una visión más. 

También te digo que es interesante probarlo, pero que si no es lo tuyo, pues no pasa nada. No todo el mundo está hecho para vivir en el campo, se trata de que encuentres tu lugar. 

Y también pienso que si no conoces la vida en el campo, o en un pequeño pueblo. 

Si siempre has vivido en la ciudad y no tienes ni idea de cómo es el medio rural, pero has decidido que quieres un cambio radical y te vas a vender todo lo que tienes en la ciudad y lo vas a invertir en el campo, te digo que lo pienses. 

Prueba primero. O asesorate bien. 

Lo que funciona en la ciudad quizás no funcione en el campo, y lo que planeas en tu mente, no siempre se cumple a rajatabla.

Si sabes adaptarte a los cambios, hacer frente a imprevistos, tienes capacidades sociales para tratar con personas y personajes, con ideas, convicciones y opiniones, a veces muy diferentes a las tuyas, si vas con mente abierta, prueba, quizás el campo sea tu lugar.

En el próximo episodio te cuento cuales son los primeros pasos a realizar cuando vas a instalarte en un pueblo.

Te invito a suscribirte a mi canal, pues te voy a ir explicando como se hace todo eso de dar el paso, como es la vida en el campo, qué oportunidades profesionales podrás encontrar, como es la relación con las personas, como es vivir en un pueblo todo el año.

Y además te envío la

Guía De la ciudad al campo en 3 pasos

para que descubras cómo dar el paso, dejar la ciudad e irte al campo, de una manera sencilla y bien planificada.

También puedes dejarme tus comentarios, por si quieres conocer algún tema concreto.

O contacta directamente conmigo para alguna consulta concreta, o si prefieres un servicio de acompañamiento personalizado, que también lo ofrezco, en este caso de pago, pues  me contactas y te cuento como funciona.

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